Cuando llegaron allí, leyeron el cartel de la puerta y ponía: "El que entre, ya no saldrá jamás." Los hermanos conversaron un poco sobre si entraban o no:
- No creo que debamos entrar. Mamá y papá estarían muy preocupados si no nos encuentran.
- Vamos a pasar.
- No. -respondió María.
- Como no vayas, te pego.
- Vale, ya voy...
Abrieron la puerta y cuando dieron un paso dentro de ese extraño lugar, la puerta se cerró de repente y se quedaron encerrados. María le dijo a Andrés intentado abrir la puerta:
- Te lo dije, es que no me haces caso nunca. ¡Jopetas!
- ¿Y yo que sabía?
- Pero si ponía en el cartel que no entremos.
- Perdón.
Abrieron la puerta y había unas escaleras en espiral subiendo para arriba. Ellos fueron a explorarla y cuando llegaron a lo alto de la escalera, estaban cansadísimos. Había otra puerta más. La abrieron y un montón de murciélagos salieron de detrás de la puerta y formaron una calavera. Segundos después se desintegraron.
- Esto no me mola ni un pelo. -dijo Andrés.
- A mí tampoco.
Había una palanca y Andrés le preguntó a María:
- ¿La activamos o no?
- ¡Nooooo!
- Vale, te haré caso.
Él sin querer, se apoyó en la palanca y subieron en una caja de hierro al tejado del castillo. Allí, se encontraron a una bruja y ésta le dijo con voz chillona:
- Os vais a quedar en este castillo para siempre.
Acto seguido, la bruja le lanzó una poción a los dos, pero ellos lo esquivaron fácilmente. Después, dijeron los dos hermanos a la vez:
- ¡¡¡Muere, brujaaaa!!!

Andrés se quitó los calzoncillos y le dijo a María que se agarrara. Los dos se tiraron y los calzoncillos les sirvieron de paracaídas y con él, salieron del castillo.
Llegaron a su casa sanos y salvos y sus padres le preguntaron:
- ¿Cómo os ha ido la excursión?
- Muy bien. ¡Jajajaja! -dijeron a la vez.
Fin.
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